La fragilidad es una condición humana que nos conmueve. Nos han enseñado a ser fuertes, pero no nos han formado en la fragilidad. Me gusta que los materiales desprendan condiciones que nos sirvan para comprender el comportamiento humano, de la materia al espíritu. Esta exposición con tantas obras de vidrio es una buena ocasión para hacerlo.
En las Vanitas Vanitatum o Memento Mori del siglo XVII, los pintores enfatizaban la fragilidad humana a través de alusiones a la caducidad y a la muerte, tal como ha hecho aquí Bublegum con su grafiti. Nada como el vidrio para recordarnos que somos un suspiro de luz. Así lo veo en los jarrones de lluvia de Martin Azúa que quieren contener lo efímero, o como Ángel de León que quiere capturar el aire de un suspiro.
Los ojos son los órganos de visión de nuestro cuerpo que mejor representan la fragilidad, nos delatan inmediatamente. La obra de Victoria Campillo alude al fenómeno fotográfico y a la opacidad que genera el vino en una botella de cristal.
Agnes Questionmark que se define como una artista transgénero, no se identifica con el género humano y se define como una criatura de un nuevo género, originada en el mar. Esta cola que nos presenta nos remite a esta criatura marina.
Los artistas aquí representados son buenos ejemplos de este primer cuarto del siglo XXI: vamos directos al futuro de la mano de las nuevas tecnologías, la conquista del espacio es una realidad y Marte está a la vuelta de la esquina. No obstante, la naturaleza y el ingenio de los artistas siguen perseverando en la materia más antigua: el vidrio se suele datar en 3.000 años antes de nuestra era y aquí sigue todavía. Veo la arena de una duna repleta de granos de cuarzo sólidos que a través de la acción del fuego transforma la materia sólida haciéndose dúctil y, finalmente, frágil y transparente. En órbita los líquidos fundidos no cristalizan tan fácilmente como lo hacen en la Tierra. En esta es más fácil la formación del vidrio.
Pasado y futuro, el proceso nunca termina, es cíclico. Pienso en la diversidad de edades y estilos. En “Arena y Sílice” se encuentran desde pioneros como Silvia Gubern a artistas de la nueva generación como Stella Rahola o Pròsper Riba. La noción de época, de linealidad queda neutralizada por la presencia del vidrio. Parece que el tiempo del vidrio es circular, se recicla infinitas veces, manteniendo exactamente las mismas propiedades originales y uniendo épocas. Los Little Dancers de Pròsper Riba enfatizan la circularidad y la esfericidad con colores puros y movimientos delicados, y geométricos propios del Ballet Triádico de Oskar Schlemmer.
El reciclaje es característico en la obra de Jordi Santanach, que trabaja con residuos subrayando el carácter de reciclado eterno de este material.
La mutación está presente en el zapato cristalino de Ferran Collado, que alude, obviamente, a la famosa cenicienta y al interés que el escritor Charles Perrault tenía por los espejos y el vidrio, impulsando su uso y fabricación en Versalles.
Carl André es la opacidad del ladrillo. Duchamp es la transparencia del vidrio. Dos modelos diferentes. André recurre a un material sólido, opaco, en el que los átomos están normalmente dispuestos, según patrones regulares y predecibles, ordenados como los ladrillos de una pared. Eso es el racionalismo minimalista. Al contrario, Duchamp abunda sobre el desorden, en este sentido menciono las estructuras de neón de Carlos Coronas. Ellos trabajan con la transparencia del vidrio, un material sólido con una estructura interna amorfa en concordancia con el revuelo “dadaísta”, porque en este material los átomos están revueltos de una manera desorganizada. Eso es el vidrio.
El vidrio es esencialmente arena fundida. Del calor al frio los átomos no tienen tiempo de colocarse en patrones o cristales. José Parra sabe que el cristal es pesado como es la arena y la sílice, sin embargo, aquí enfatiza la ligereza del cristal.
Silvia Levenson lo convierte en objetos simbólicos que representan en fin la quebradiza existencia del ser humano sometido a la barbarie, mientras que Kai Takeda dibuja los cuerpos con la misma fluidez, que un terrón de azúcar cuando se diluye en un café y se convierte en nada.
La obra “Ponto” que nos presenta Jaume Plensa del año 94 es un homenaje a los personajes de la Odisea. Un muro de hierro colado con una lupa Durante una época construyó muros, periodo que culminó con la obra “Crown Fountain” en Chicago.
Drink Love de Samuel de Sagas es una pieza emblemática de un autor, capaz y versátil, que ha hecho del corazón su signo de identidad.
La icónica obra de Herman Makkink, Rocking Machine, que aparecía en 1971 en la película Clockwork Orange (La naranja mecánica) de Stanley Kubrik y realizada en fibra de vidrio, refleja la época dorada del Pop-Art inglés.
Los irónicos dibujos de David Shrigley adornan la etiqueta de un vino cuya denominación de origen es el arte.
Daniel Steegmann se interesa por la naturaleza, sus acciones y en como la percibimos como humanos. Una mirada integradora y no colonialista.
Ese proceso de transmutación de la materia es lo que debemos hacer con nuestra condición humana, un proceso de transformación de la opacidad que nos pesa y ofusca, hacia la luz y la transparencia. Ese es el mensaje del vidrio.