Desde el principio de mi carrera como artista, me ha interesado el Tiempo y el paso del tiempo, y sus efectos sobre las cosas, como parte de mi trabajo. Lo que en Japón conocemos como “savi”, la pátina del tiempo o su huella en la materia.
Sin embargo, en algún momento, el sentimiento de nostalgia que despierta dejó de ser suficiente para mí.
Al crear las obras, quería incorporar además de esa huella del pasado, el humor y la ironía, lo que me permitía incluir mis reflexiones sobre lo social y también sobre el presente, con temas de actualidad: el consumismo, por ejemplo, y sus variantes: la moda, la vida en las urbes o nuestra relación con la naturaleza. Es decir, unir pasado y presente en lo objetual y al mismo tiempo reflexionar sobre temas y objetos cotidianos. A modo de recipientes en los que acumular, de un modo poético, el alma de los objetos que nos rodean, utilicé, ready-mades, como bolsas de la compra, muebles e incluso cabinas telefónicas.
Creo que tuve un cierto éxito con este enfoque de utilizar materiales humildes y cotidianos, sacados prácticamente de la basura, dándoles una nueva vida y transformándolos.
Más tarde, mi evolución me llevó a hacer esculturas del cuerpo y abandoné el ready made. Empecé a utilizar una técnica consistente en cubrir la superficie de la escultura, una figura del cuerpo casi realista, con papel japonés bordado con una máquina de coser. Para los bordados busqué un patrón que pudiera reproducir las huellas del paso del tiempo, como las gotas de lluvia. Pasé mucho tiempo desarrollando esta técnica, ¡ocho años!
Sin embargo, mi interés se ha desplazado finalmente hacia el dibujo. Desde las obras tridimensionales o escultóricas, que ocuparon mis inicios en el arte, he vuelto a las dos dimensiones. En los últimos cinco años me he centrado en el dibujo y la pintura.
El motivo central de mis dibujos soy yo mismo. Estoy focalizado en bucear en mi propia psicología, ir hacia mi yo más profundo. Me interesa indagar en las contradicciones entre interior y exterior, entorno e individuo. Es algo que yo llamo “arquitectura estresada”. Esta relación del yo con la cotidianeidad, con la otredad, es lo que nutre mis cuadros.
La “arquitectura estresada” refleja estos rastros que el tiempo, este “savi”, dejan en nuestra vida cotidiana. En la vida de cada de uno de nosotros.
Trabajar con dibujos y pinturas me ha dado un alto grado de libertad. Tanta, que a menudo me llevo dejar por digresiones o descarrilamientos.
Mi carrera ha sido pues, una sucesión de digresiones a las que finalmente me he abandonado y con las que espero seguir evolucionando.
Manzana Infinita por Kai Takeda